En Islandia, si me he enterado bien, la educación es obligatoria hasta los 15 años y, después, quienes los desean pueden cursar el equivalente al Bachillerato español, que antes constaba de ocho semestres y recientemente lo han reducido a seis.
En Fjölbrautaskólinn Vid Ármúla, donde estoy haciendo la estancia de observación docente, no se imparte la educación obligatoria sino solo el equivalente a nuestro bachillerato. Y el centro tiene, además, ciertas características que le diferencian de otras instituciones educativas islandesas: los alumnos tienen flexibilidad total para decidir cuándo van a cursar cada semestre y pueden, por tanto, hacer solo uno al año, prolongando así su formación académica.
De hecho, muchos alumnos del centro dejaron de estudiar tras acabar la educación obligatoria y, después de uno o de varios años trabajando, decidieron retomar sus estudios oficiales y cursar el bachillerato o, sencillamente, compatibilizan el estudio con sus obligaciones laborales. Por eso hay alumnos que están en la veintena, en la treintena o más, resultando difícil, a quien como yo desconoce al profesorado, distinguir quién es alumno y quién profesional de la docencia.
La impresión que alguien como yo tiene del centro es que se intenta dar todas las facilidades posibles para que los alumnos estén a gusto (amplio comedor con servicio de cafetería y restaurante, biblioteca, tenis de mesa, billar, etc.), incluyendo la multiplicidad de optativas, la flexibilidad de horarios y la distribución temporal de los semestres que conforman el equivalente a nuestro bachillerato.
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