martes, 30 de abril de 2019

Viaje a Reikiavik (III)

Fui entonces a hablar de nuevo con el personal de SAS que, realmente, siempre han sido muy amables conmigo. Me indicaron, de todos modos, que fuera esperando la actualización continua de los vuelos que estaban siendo retrasados pero aún no habían sido cancelados.

La verdad es que no tenía ninguna gana de buscar hotel en Helsinki, entre otros motivos porque no tenía ni anorak ni paraguas, pues los había dejado en la maleta. ¿Debería ya pedir mi maleta al personal del aeropuerto, si es que el equipaje estaba en Helsinki? Además de pensar en mí, me venía a la cabeza la situación de decenas de miles de personas afectadas también por los vuelos, muchos con destinos internacionales y con enlaces de viaje con otras compañías aéreas que podían perderse. Una auténtica faena.

Por lo que a mí respecta, en una de esas actualizaciones de la situación de mi nuevo plan de vuelo, y sin citar origen ni destino, me informaron por correo que mi próximo vuelo había sido cancelado y que no había ya posibilidad de reasignarme otro. Como en la tarjeta de embarque nueva que me habían dado, tras cambiar los vuelos, no venía el número identificativo de los mismos, lógicamente pensé que el mensaje de SAS se refería al vuelo a Oslo y que, por tanto, quedaría varios días atrapado en Helsinki -pues el mensaje decía que, al menos, necesitaría entre 2 y 4 días para encontrar un nuevo vuelo- y tendría que empezar a buscar hotel.

De los mayores cambios iba informando a Helmut, coordinador internacional del instituto islandés y mi contacto con el centro. El propio Helmut, amablemente, me decía que no me preocupara y fuera avisándole del rumbo de los acontecimientos.

Como en el correo que recibí se hablaba de la anulación de un vuelo mío pero no sabía cuál de los dos que me quedaban era el cancelado, fui a preguntar de nuevo al personal de SAS. Además, mi duda era que, a pesar del mensaje recibido, en los paneles de información del aeropuerto el vuelo a Oslo aparecía repetidamente como retrasado pero no cancelado, como sí ocurría con muchos otros.

Al mostrar el correo de SAS al personal de la empresa y ver que acababa de llegarme se quedaron muy extrañados, pues ellos no habían recibido información de la cancelación del vuelo a Oslo. Así que estuvieron haciendo unas comprobaciones y, por fin, vimos que la información que me acababan de dar en el móvil no se refería a mi nuevo plan de vuelo sino al antiguo y, por tanto, el viaje a Oslo seguía vivo. Realmente todo era un caos, pues ya sabíamos que esos vuelos habían sido cancelados y, sin embargo, me estaban informando del tema con un mensaje urgente y como una novedad.

En fin, acabo esta parte del viaje diciendo que finalmente viajé a Oslo y después a Reikiavik -ya tarde a pesar de tener varias horas menos que Helsinki-, pues me asignaron un vuelo con una compañía aérea diferente a la inicialmente prevista. Por supuesto, informé a Helmut de esa buena nueva.

A Reikiavik llegué en un avión muy grande y abarrotado de gente, con muchos pasajeros afectados de una u otra manera por la huelga de pilotos de SAS. En el trayecto al hotel de Reikiavik, casi a la una de la madrugada y con lluvia, frío y fuertes vientos, pensé que, al fin y al cabo, yo había tenido mucha suerte: a pesar de los cambios de vuelos, de los continuos retrasos y de pasearme por los aeropuertos de Escandinavia, había tenido la suerte de llegar a Reikiavik el día previsto. Además la maleta, que pensaba podía haberse perdido en cualquiera de los cuatro aeropuertos en los que estuve el domingo, apareció en la cinta transportadora en Reikiavik. 

Por desgracia, decenas de miles de pasajeros no tuvieron la misma suerte que yo.

Al entrar en la habitación del hotel que tumbé en la cama y me quedé completamente frito. ¡Por fin estaba en Reikiavik!



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