lunes, 29 de abril de 2019

El viaje a Reikiavik (II)

Tras comprar hace semanas billete a Estocolmo para el sábado (con Iberia) y, desde allí, otro a Reikiavik con escala en Oslo (con Scandinavian Airlines, SAS), el pasado viernes recibo un correo electrónico urgente de SAS informándome de que los vuelos del domingo (ayer) de dicha compañía quedaban cancelados como consecuencia de una huelga de pilotos de ese empresa. En el correo se decía que, cumpliendo ciertos requisitos de compra y fechas (como era mi caso), SAS trataría de solucionar el problema reasignándome en otros vuelos o pagando los costes añadidos que conllevara la anulación del billete y la compra de otro a una nueva empresa. También me informaban de que SAS asumiría los gastos de hotel en Oslo que implicaría la asignación de un vuelo otro día.

Así que salí de Madrid sin saber qué iba a pasar. A Helmut, que me había escrito para decirme que no llegaría a Islandia hasta el jueves, le informé de la huelga d pilotos y de sus posibles consecuencias y le dije que, visto el escenario, quizá llegara a su país antes que yo. De hecho ya me preguntaba yo, surcando los cielos con destino a Suecia, si llegaría a Islandia no ya antes de que se acabara el programa Erasdmus, sino antes de que dejara de existir nuestra propia galaxia.

Consultando el tema en internet pude informarme que, efectivamente, el viernes miles de personas habían perdido sus vuelos y que el caos era total.

Llegado a mediodía a Estocolmo me dirigí a la terminal de SAS, q estaba en la otra punta del edificio.   Había allí unas cuantas personas de SAS perfectamente uniformadas que, al mostrarles mi billete con los itinerarios, comenzaron a ofrecerme zumos, fruta y otros comestibles. Una pena que, con la incertidumbre, no tuviera hambre ni sed algunas, porque en otro momento sí me hubiera puesto las botas.

Me tocó hacer cola para saber qué posibilidades tenía yo de estar en Reikiavik este lunes que os escribo. A veces, medio sentado en la maleta mientras esperaba en la cola, miraba el zumo, la fruta y al personal de SAS y me preguntaba: ¿empiezo a comer y a beber compulsivamente aunque solo sea para hacer gasto a esta compañía aérea que tanta faena me está haciendo?

Por fin llegó mi turno y empecé a exponer mi caso a una amable señora de SAS. La verdad es que le conté mi vida. Realmente se portó muy bien conmigo pues, tras mucho tiempo consultando otras opciones en Internet (ya lo siento por los que iban detrás de mí), consiguió hacerme un nuevo plan de vuelos: el domingo saldría desde Estocolmo a Helsinki, de allí a Oslo y, finalmente, a Reikiavik. La mencionada señora me dijo que, de todos modos, estuviera atento a las posibles novedades que fueran surgiendo en relación con la huelga de pilotos de SAS.

Salí pues por la tarde del aeropuerto d Estocolmo contento con el nuevo plan porque, al menos, me aseguraba llegar a Reikiavik el domingo (aunque fuera de noche y muchas horas después de lo previsto). Tras llegar al hotel me di un “voltio” por los alrededor sin dejar por ello de prestar atención al desarrollo de la huelga de pilotos. Según la prensa, cientos de vuelos habían sido ya cancelados y decenas de miles de personas habían tenido que alterar sus planes.

En la mañana de ayer, domingo, volví al aeropuerto de Estocolmo. Facturé la maleta y me dijeron que no me preocupara por ella porque, a pesar de la huelga y de las escalas que tendría que hacer, el equipaje llegaría sin problemas a Reikiavik.

Llegué a Helsinki por la mañana, en la hora prevista. Aún me quedaban horas de espera para volar a Oslo. Sin embargo, al cabo de algo más de una hora de espera me llegó al móvil un mensaje de SAS informándome de que, como consecuencia de la huelga, el vuelo a Oslo iba a retrasarse al menos una hora. Empecé a tener un hambre voraz y, mientras mordía mis uñas, me dirigí a uno de esos restaurantes de aeropuerto a ponerme las botas.

Poco después de comer recibo un nuevo mensaje de SAS informándome de un nuevo retraso del vuelo a Oslo, que la propia compañía aérea me indicaba que ya no garantizaba que fuera a realizarse. También me decían que, en caso de ser así, SAS pagaría mis gastos de alojamiento en Helsinki, pues cumplía los requisitos adecuados (comprado por internet en la propia web de SAS, en determinadas fechas y con el código inicial de compra indicado por la empresa). Comencé entonces a entrar en estado catatónico-citoplástico.


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